Observó sus manos. Las arrugas habían desaparecido. Un último vistazo a su alrededor. Estaba solo, sentado en su sillón favorito, cansado pero en paz. Pensó:
"Yo lo único que perseguía en la vida era ser feliz y no lo he conseguido."
El silencio. No lograba tener una percepción real del tiempo. Calma. Cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir se sintió algo desorientado. Ya no estaba en su sillón. Se encontraba tumbado en la cama de una blanca habitación en penumbra. Volvió a percibir con claridad las arrugas que atestiguaban el paso del tiempo en su piel. Cuando miró a su izquierda, sus ojos se fijaron en la vía que salía de su brazo y que llegaba hasta la bolsa de suero y medicamento que pendían a un lado de la cama. Y allí estaba. Sentado en el sillón de las visitas vió claramente a un hombre que aparentaba alto y delgado totalmente ataviado con ropa de corte en color negro y con la poca luz del habitáculo le pareció que su tez presentaba una tonalidad muy pálida que lo observaba con una expresión demasiado seria y unos ojos negros vacíos bajo un sombrero también de color negro. No tenía ni la menor idea de quién podría ser ese hombre ni qué es lo que podría interesarle de él mismo. Tampoco le importaba demasiado, se sentía muy tranquilo y tras varios días de insufribles padecimientos, curiosamente no sentía ya dolor alguno.
Entonces lo comprendió... cerró los ojos y se dejó llevar...
SUBIR